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Los Colores Exteriores c17

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Capitulo 17 – Picas en Llamas

El aire de la noche se filtraba ligero, acompañado por la luz de la luna a través de una ventana pequeña y cuadrada de la pared del baño, pero para el joven Burning Spades, se sentía pesado y le costaba respirar. Estaba agotado y adolorido de tanto golpear su cuerpo contra la solida puerta de madera pero no había conseguido moverla ni un milímetro.

Tristemente, no sabía que le dolía más, si el costado golpeado, la impotencia de no poder hacer nada por los habitantes de su pueblo o la repentina traición de quien consideró uno de sus mejores amigos en todo el mundo. Por primera vez en muchísimo tiempo, los ojos de Burning se humedecieron y una diminuta lágrima rodó por su roja mejilla hasta el suelo, donde brilló iluminada con la suave luz de la luna que, amablemente, la Princesa Celestia levantaba desde hacía casi un milenio.

Verla ahí, le hizo notar a Spades la presencia de aquella ventana y por consiguiente, la existencia de una mejor ruta de escape.

"Mas cerebro que musculo, Burns, recuerda eso" se dijo a sí mismo.

Saltando hábilmente sobre los lavabos, brincó de ahí hasta las vigas que servían de soporte a las paredes de los cubículos del baño, y manteniendo un instante el equilibró, dio un salto más hacía el marco de la ventana. Se sostuvo ahí valiéndose de sus patas delanteras, y estudió su siguiente paso. Saltó de la ventana hasta el techo inclinado de los pasillos teniendo cuidado de no soltar las tejas de barro que lo cubrían y así alertar a alguien. Se equilibró fácilmente haciendo uso de sus cuatro patas, y finalmente, se descolgó desde el techo de los pasillos hacia el patio de entrenamientos. Estaba alto, pero parecía no haber otra opción. Trató de pisar sobre el barandal que dividía el pasillo del patio exterior, pero al momento de soltarse, cayó de lleno sobre sus flancos quedando muy adolorido.

Como pudo se puso de pie, andando en silencio, pero apresurándose temiendo haber perdido demasiado tiempo en su astuto escape. Finalmente, llegó al patio donde estaban estacionados los carruajes. Varios guardias pegasos estaban ya atados al frente de los coches, dos en cada uno, y el resto se disponía a abordarlos: cuatro coches en total, con dos pegasos tirando de cada uno, mientras que otros doce guardias entre unicornios y pegasos abordarían los carromatos.

Spades los miró un instante escondido tras un muro, y a la luz de las antorchas que algunos guardias unicornios llevaban consigo alcanzó a reconocer a uno de los pegasos que estaba por entrar en los carruajes. Aun a pesar de que el casco le cubría la cara y llevaba puesta la armadura de guardia, ese pelaje marrón era inconfundible.
De alguna manera Leadhawk se había logrado colar dentro del cuarto de armaduras, se había puesto una y gracias a su tamaño de poni adulto, mientras no se hiciera notar mucho, no lo reconocerían.

La pregunta que Burns debía plantearse en ese momento era ¿Cómo haría él para infiltrarse en la caravana que iba a Cloptown? La respuesta le llegó pronto. Uno de los últimos unicornios en abordar, traía consigo un gran montón de lanzas que sostenía con magia. Abrió un amplio compartimento en la parte trasera de uno de los carruajes y las metió todas. Salió y volvió a entrar con otro montón y las colocó en el otro coche. Burning hizo cuentas rápidamente: diez y diez lanzas para veinte ponis, los compartimentos de dos de los carromatos irían vacios. No se veían demasiado cómodos, pero Burning no se podía hacer el exigente ahora.

En cuanto el guardia unicornio subió a uno de los coches, se dio la señal para que despegaran. En ese mismo instante, Burns se precipitó sobre el más cercano. Ese coche fue el último en despegar, lo que le dio tiempo al joven poni de abrir el compartimento, saltar dentro y cerrarlo.

El viaje fue largo y pero no aburrido. Debió durar entre tres y cuatro horas, pero Burning no se resistió las ganas de abrir ligeramente la compuerta del portaequipaje y asomarse afuera. Siendo que fue el último en despegar, el coche en que iba Burns iba de cola de la caravana por lo que no había peligro de que lo vieran los pegasos que tiraban de los otros carruajes.

Al estar ahí arriba, Spades vio las nubes tan cercanas, y las estrellas tan brillantes como nunca antes en su vida. Le pareció que allá arriba, las barreras de la realidad se desvanecían o se hacían más débiles, y su mente viajaba con más facilidad hacia aquel mundo más allá de ese. Pero por alguna razón, eso no lo asustaba, sino que lo hacía sentir asombrado, maravillado pues tenía la impresión de que en aquel mundo o en el otro, podía contemplar igualmente las estrellas, y en aquel paisaje libre de colinas, montañas u horizontes, no existía distinción entre un mundo y el otro.

Aun faltaban un par de horas para el amanecer cuando los cuatro carruajes tirados por valerosos guardias pegasos descendieron a la entrada del valle de Cloptown, donde estaba la vieja escuela. A lo lejos, brillaba fulgurante el reflejo de las llamas que ardían en los bosques cercanos a Viejo Cloptown y se alzaba una columna de humo mucho mayor y más espesa a cualquier nunca antes vista por los habitantes de la región.

Los guardias bajaron uno a uno de los coches, y los portaequipajes de los dos primeros fueron abiertos para proporcionar a cada poni su arma.

―Atentos, pasaremos primeramente a reportarnos con la autoridad del pueblo y luego procederemos a enfrentar el desastre. Sean valientes, soldados de la guardia. ¡Marchen! ―termino el líder pegaso, y en una ordenada fila, avanzaron todos por el camino frente a la granja de rocas hacia el pueblo.

No fue sino hasta que le pareció que los pasos de los guardias no se escuchaban a la distancia, que Burning salió del compartimento del coche. Adolorido como estaba, le molestaba tanto el costado como los flancos, y ahora la espalda por el largo recorrido en el diminuto portaequipaje, pero decidido como estaba emprendió su camino bordeando por detrás la granja, pues así rodearía Nuevo Cloptown y llegaría a la zona del incendio mucho antes.

La desventaja de esa ruta es que era sinuosa y agreste, pero siendo que la conocía tan bien como la suela de su casco no representó un problema para Burning. Cuando pasó junto a la casa del granjero Clyde, le pareció escuchar la voz de la señora Pie que gritaba enojada:

―Niñas, ¿pero donde han estado? ¿Cómo pudieron salir a estas horas? Y… ¿de dónde han sacado eso?

―Estamos bien, mamá. Eso lo ha traído Pinkie. No sabemos de dónde lo habrá sacado. ―respondió la mayor de las hermanas.

Burning, curioso, se acercó a la ventana para averiguar a qué se referían con eso. Cuán grande seria su sorpresa al ver que el objeto al que se referían era una reluciente corona de oro con joyas incrustadas. La habían dejado sobre una mesita bajo la ventana, y al verla, la mente de Burns se iluminó con una idea. Discretamente metió la cabeza por la ventana, tomó la corona con el hocico y tal como entró salió sin ser notado mientras la madre seguía reprimiendo a sus hijas:

―Les he dicho miles de veces que no deben descuidar a su hermanita…

Fue el crimen perfecto. Nadie notó el movimiento, salvo tal vez, la menor de las hermanas, una pequeña potrilla de color rosa.


Mientras tanto, cerca de Viejo Cloptown, la noche se había iluminado con el fulgurar de rojas llamas, el viento nocturno andaba lento y ensuciado por un humo negro y muy denso, y la paz y quietud de la noche habían escapado aterrorizadas por unos rugidos tremendos de furia ciega. Entre las desoladas viviendas del pueblo abandonado, un solo guardia pegaso cargando su lanza avanzaba lenta y cuidadosamente. Se había separado del grupo sin que nadie lo viera, y había encontrado su camino hasta ese sitio pues lo conocía perfectamente: se trataba de Leadhawk.

Miraba a un lado y a otro, esperando ver las alas extendidas del dragón o escuchar sus pesados pasos al andar. Esperaba ver saltar una inmensa llamarada, o escuchar un rugido ensordecedor. Pero ninguna de las fantasiosas historias que había escuchado en su infancia sobre dragones, ni aun los cinco años que se supone pasaría estudiando en la Academia lo hubieran preparado para lo que vería esa noche. Comenzó como un silbido, distante y apagado, pero pronto creció en volumen y tono confundiendo al pegaso que giró su cara en todas direcciones asustado y antes de siquiera pensar en mirar hacia arriba, un peso monstruoso se dejó caer sobre la tierra cerca de donde él estaba, estremeciendo todo el pueblo, haciendo que el pegaso callera de bruces al piso, prácticamente quitándole el yelmo de la cabeza.

Fue entonces cuando lo vio. Se trataba de una creatura colosal. Tenía el cuerpo cubierto por enormes y brillantes escamas de color rojo apagado, pero que a la luz del fuego y en plena noche relucían como carbones encendidos. La bestia se sostenía en dos patas, pero otras dos le salían de la parte superior del tronco y las cuatro terminaban en descomunales garras. Su cola así como su cuello eran muy largos y estaban cubiertos por inmensas espinas. El par de alas que lo sostenían cuando volaba eran enormes y membranosas. Tan alta era la creatura, que su cabeza al final de su cuello escapaba a la vista de Lead, oculta tras la nube de humo que emanaba del incendio. Solo sus dos ojos, brillantes y terribles destacaban de entre la penumbra, colgados en lo alto como dos estrellas amarillentas y malignas.

Tan impresionante fue la visión del dragón, que la lanza resbaló de los cascos de Leadhawk, que lo miraba boquiabierto. El monstruo se fijo en el pegaso, y descendió colocándose en cuatro patas para verlo de frente. Su cabeza era alargada y escamosa, y cuando el dragón abrió el hocico para proferir un rugido tan poderoso que lanzó a Leadhawk por los aires, el pegaso logro apreciar que tenia la boca repleta de colmillos afilados como espadas.

El estruendo del rugido fue tremendo. El pegaso salió volando y se golpeo de lleno contra un árbol quedando fuera de combate, como desmayado. Justo en ese instante, por el camino del bosque llego Spades. Llevaba la espada enfundada en un costado y cargaba todavía la corona de oro en el hocico. Quedó de momento tan impresionado con la visión del dragón que los anteojos casi le resbalaron por la cara, pero de inmediato reaccionó y corrió hacia donde Leadhawk descansaba adolorido.

―Lead, amigo, reacciona ―trató Burning de despertarlo, habiéndosele acercado y dejando la corona sobre el suelo para hablarle.

―Burns… ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí…? No debiste venir. No podemos con él. Ningún poni puede. ―respondió el pegaso apenas reaccionando.

―Usando fuerza bruta no. Pero hay maneras de tratar con un dragón.

La bestia se volvió a parar sobre sus garras traseras, y se preparaba para levantar el vuelo mientras inflaba sus pulmones para devastar el área con un aliento incinerador, pero Spades se acercó a él con la corona sobre la cabeza y le gritó diciendo:

―Hey, grandulón quémalo-todo, ¿es esto lo que buscas? ―y bajando la corona al piso, la tomo con los dientes y se la lanzó tan fuerte como pudo. La corona voló por el aire girando hasta que una de las garras delanteras del dragón la atrapó al vuelo.

El monstruo la miró con sus brillantes ojos un segundo, y reconociéndola, cerró el puño con la corona dentro y remontó el vuelo hacia su caverna con la mirada llena de indignación. Había decidido reunir su tesoro y llevárselo lejos, donde ningún poni intentara tomar sus joyas mientras dormía.

―¿Pero qué…? ¿Cómo rayos…? ¿Qué fue…? ―se preguntaba confuso Leadhawk viendo al cielo como el dragón desaparecía en la noche.

―Ya te lo explicaré luego. Ahora tenemos que salir de esta trampa ardiente. ―lo interceptó Burning.

Pero no había manera. El golpe que Lead se había llevado era serio. Sus dos piernas traseras estaban tan lastimadas que no lo sostendrían en pie. Viendo que batallaba para levantarse, Burns se agachó, ayudando al pegaso subir sobre su lomo. Entonces, se puso de pie dispuesto a correr tanto como sus piernas se lo permitieran.

Las llamas crecían crepitando furiosas por doquiera, y Burns saltaba y corría evadiéndolas, hasta que su brillo comenzó a cegarlo y el calor y el esfuerzo comenzó a fatigarlo.

Fue entonces que sucedió. Debió tratarse del cansancio, el estrés y la adrenalina mezclados lo que provocaron que la mente del poni de tierra le jugara una muy pesada broma. Le pareció que entre las sinuosas llamas que se dedicaban a consumir ardientes los arboles del bosque veía caminar las siluetas de unas extrañas creaturas bípedas. Eran los humanos de su sueño. Aquellas creaturas que habitaban en ciudades de concreto y asfalto en un mundo a una distancia infinita de aquel.

Pero había algo distinto en estos humanos. Cuando Spades los vio sintió miedo. Pudo sentir su odio. Un odio inmenso, injustificado y ardiente como las llamas sobre las que los veía caminar. Esos seres odiaban a todos y a todo en ese mundo y no descansarían hasta verlo destruido hasta verlo desaparecer, consumido por el fuego de su aversión sin límites.

La terrible ilusión dejó a Burning paralizado, y no se movió, aun cuando su amigo, sobre su espalda comenzó a llamarlo desesperadamente, no sabiendo lo que lo asustaba. En ese momento, una pesada rama se desprendió de uno de los arboles cercanos, cayendo sobre la cola de Spades, dejándola apresada.

El golpe fue apenas el necesario para hacer a Burns entrar en razón. Al verse inmovilizado por la rama, no vio otra opción más que desenvainar la espada y pedirle a Leadhawk que le cortara el cabello de la cola. Sabiendo que era la única manera de salir con vida, el pegaso tomo el arma y cortó el cabello de la cola de Spades casi de raíz.

Burning no esperó un segundo más y salió disparado como una bala hacia Nuevo Cloptown, al tiempo que el resto de la guardia apenas iba entrando con las miradas resignadas y las lanzas en ristre. El gran guardia miró a los dos jóvenes potros asustados y cubiertos de hollín, con los ojos muy abiertos y torciendo su cara en un gesto en que se mezclaba la incredulidad y un enojo tremendo.

Con el dragón fuera del área, los esfuerzos combinados de los guardias y los vecinos de Cloptown se concentraron en apagar el incendio. Se requirieron docenas de cubos de arena para sofocar el siniestro. Fue una suerte que ese año el granjero Clyde tuviera tan buena cosecha de arena y grava en su granja.

Para la hora en que salió el sol, ya no había una sola llama encendida en el bosque cerca de Cloptown, y los rayos de luz matutinos comenzaron a filtrarse por entre las grises nubes que, sin el fiero dragón que las producía, se desvanecerían en cuestión de días retornándole a el pequeño valle sus cielos despejados y sus noches salpicadas de estrellas.

Por su parte, los dos jóvenes potros no tuvieron oportunidad siquiera de ver a sus familias en Cloptown, sino que fueron resguardados dentro de los carromatos voladores y regresados de inmediato a Canterlot tan pronto las llamas fueron mitigadas. El Gran Guardia arregló que tuvieran una audiencia con la Princesa Celestia a primera hora del día para que se les aplicara todo el peso de la corte marcial.

Cuando entraron en la sala del trono de la Princesa acompañados por el sumo instructor de la Academia, a Leadhawk aun le costaba caminar y Burns tenía el cabello revuelto y cubierto de cenizas, mientras que el cabello de su recortada cola apenas si sobresalía de su flanco.

―Su Majestad ―comenzó el Gran Guardia inclinando su largo y delgado cuello ante la Princesa ―son estos los estudiantes que estuvieron involucrados en el asunto de Cloptown de los que le hablé. Los he traído ante usted para que decida cuál será la retribución merecida por su comportamiento.

―Entiendo, ―dijo la Princesa con esa voz dulce pero firme que la caracterizaba con la regente suprema de toda Equestria. Se levanto de su trono, y caminó hasta donde los jóvenes potros la miraban nerviosos.

―Tenía muchos años que no escuchaba algo como lo que me han comentado que sucedió esta noche ―comenzó su Majestad ―el haber salido de su dormitorio de esa manera, infiltrarse en una operación oficial de la guardia y enfrentar ustedes solos a un enfurecido dragón adulto ha sido algo imprudente, arriesgado… y tan inigualablemente valiente como solo he visto en los tiempos de los caballeros de Equestria.

Todos los presentes se quedaron en silencio asombrados de lo que decía la Princesa. El Gran Guardia no quería creer lo que sus oídos estaban escuchando.

―Lo que ustedes hicieron, no fue la acción más sensata, pero de no ser por eso, tal vez aun seguiríamos lidiando con el problema del dragón ―continuó la Princesa ―tal vez ahora estaríamos lamentando la perdida de varios valientes guardias, y no podía estar más agradecida.

»No estaría de más mencionar, que la manera que manejaron el asunto fue bastante ingenioso. En lugar de enfrentar al dragón, decidieron mitigar lo que causo su berrinche. Devolverle la joya que le fue robada fue un movimiento muy astuto de su parte.

»Sin duda, sus acciones merecen una recompensa. El inmenso valor, lealtad, compañerismo que han demostrado son dignos de que los nombre ahora mismo, como la nueva orden de caballeros de Equestria…

Al escuchar estas palabras, la mirada de Lead se iluminó repentinamente, pero no podía evitar sentir un peso que le oprimía el corazón. ¿Lealtad? ¿Compañerismo? Él no había hecho gala de esas virtudes esa noche.

―Pero considero que sería irresponsable de mi parte dar armas y armaduras a un par de potros adolescentes. Así que les propongo que hagamos lo siguiente: ustedes continúen su entrenamiento como guardias en la Academia, y al graduarse, si así lo desean, los nombrare a ambos caballeros. ―concluyó sonriéndoles radiante, la Princesa.

Era asombroso. Aquella ferviente petición que había existido siempre en el corazón de ambos potros se estaba volviendo realidad sin siquiera ellos haberla formulado. Mientras Lead estaba sin palabras, fue Burns el que habló:

―Lo lamento, su Majestad, pero no puedo aceptar la oferta ―dijo Spades. El recinto quedó en silencio por un momento. Leadhawk se quedó mirándolo con ojos de no poder creerlo. ―Estos meses que hemos pasado estudiando en la Academia me han mostrado que tal vez no es él lugar al que pertenezco. Hay otras cosas que debo aprender, lugares que conocer, y no creo estar listo para tomar la responsabilidad de ser caballero. Cuando menos no ahora y tal vez no dentro de cinco años.

Era increíble ver a Burns renunciar a su sueño, pero de haber sabido lo que pensaba el poni rojizo, tal vez alguien más lo habría entendido. Tenía su mente puesta en aquellos personajes siniestros y sombríos que se le aparecieron en el bosque. Aquellas creaturas que no supo nombrar de otra manera más que con el nombre de antibronis que su mente le susurraba. Sabía que lo que había visto esa noche no era más que una ilusión, pero estaba convencido de que ellos existían. Debían existir, eran una amenaza y debían ser detenidos. ¿Cómo detenerlos? ¿Cuándo vendrían y de qué manera? Él no lo sabía entonces, pero pensaba averiguarlo aunque le tomara años de su vida.

―Bien, si esa es tu decisión, la acepto. ―dijo la Princesa Celestia ―La razón por la que decidí disolver la orden hace tantos años, fue para que mis caballeros pudieran ser libres de hacer sus vidas sin las presiones de defender el reino. Me da gusto que igualmente tú decidas también de esa manera, pero si cambias de opinión, házmelo saber.

―Lo haré su Majestad, con permiso. ―se disculpó Spades, y dándose la vuelta se dispuso a salir del recinto, pero uno de los guardias de la puerta lo detuvo:

―Oye, chico, deja que te lleven al hospital, parece que tienes una quemadura en… ―y dejó la oración sin terminar. El unicornio miraba asombrado el flanco de Burns.

Cuando Burning también lo miró, vio que efectivamente sobre su flanco había aparecido algo, pero no era una quemadura, sino un extraño símbolo similar a un corazón negro invertido envuelto en una llama anaranjada.


―Uy, eso debió doler ―dijo Pinkie en esa parte del relato.

―Pero no era una herida. Era su marca ―dijo la hechicera ―la marca especial de Burns que se había revelado durante su hazaña de esa noche. Lo he investigado y ese símbolo parecido a un corazón de cabeza envuelto en llamas es en realidad una antigua representación de una espada. Simboliza el valor, la determinación y el coraje demostrado fervientemente durante los momentos difíciles y de gran tensión. Es la marca de un verdadero héroe.

―Pero entonces ¿el herrero no volvió a la Academia? ―preguntó interesada Sweetie Belle.

―Temo que no. ―respondió la unicornio amarilla ―Tan pronto recogió sus cosas se fue sin decirle nada a nadie. Leadhawk si terminó su entrenamiento y después de cinco años se integró a la guardia de la Torre de la Gran Biblioteca. Imagino que creyó que la promesa de su Majestad era válida solamente si ambos aceptaban por lo que jamás pidió su nombramiento de caballero.

―Y ¿Qué hizo el herrero después? ―preguntó Applebloom.

―Vino a Ponyville.

―¿Aquí?

―Exactamente. Pidió empleo como bibliotecario aquí en Ponyville. Realizó varias investigaciones sobre distintos tipos de magia durante más de seis años y desarrolló entre otros un hechizo para volver invisibles los objetos. Por lo que se tiene una capa que lo vuelve invisible.

―Sí, eso es cierto. ¿Pero cómo pudo hacerlo sin magia de unicornio? ―preguntó Twilight.

―Eso fue sencillo. Un día, Scriptlore, el Gran Bibliotecario vino desde Canterlot a conocer a Burning. Lo encontró enfrascado en la investigación sobre invisibilidad en el punto en que el hechizo ya estaba listo para funcionar. Solo necesitaba una chispa mágica que lo arrancara. El Gran Bibliotecario accionó el conjuro con su magia y la capa se vio afectada por el hechizo de manera inmediata y satisfactoria.

»Eso impresiono mucho a Scriptlore. Que un poni de tierra logre preparar un conjuro a ese nivel rara vez se ha visto. Por eso decidió nombrarlo su asistente. Por lo que se, también estuvo muy interesado en un libro que Burns estaba escribiendo, al grado que le permitió viajar por Equestria durante más de tres años recabando información sobre el tema mientras el Gran Bibliotecario echaba un vistazo a la investigación de Burning. No recuerdo bien de qué trata, pero su titulo era algo así como "Los Colores de Afuera".

―Es "Los Colores Exteriores". ―corrigió Rarity.

―Ah, sí. ¿Les ha hablado al respecto?

―Más de lo que quisiéramos, querida.

―Pues esa ha sido la historia, niñas, ¿les ha gustado? ―preguntó la hechicera a las Cutie Mark Crusaders.

―¡Claro que sí! ―respondieron a coro Scootaloo, Sweetie Belle, Apple Bloom y Pinkie, que se veía más complacida con el cuento que las propias potrillas.

―Bueno, si no les molesta, me gustaría que alguna de ustedes le diera a Burns un mensaje de mi parte ―dijo amablemente la narradora.

―Yo lo haré ―dijo pronto Rainbow. En realidad ninguna de las chicas se extrañó pero la pegaso azul se apresuró a explicar:

―De cualquier manera tengo que ir a verlo. Quiero que le eche un vistazo a Tank, ha estado volando de lado últimamente.

―Pero Burns es un herrero, no un veterinario, tontita ―le recordó Pinkie.

―Ya sé que es un herrero ―contestó Dash enfadada ―voy con el porqué espero que el problema de Tank este en su hélice, no en su cabeza. Lástima que no pueda decir lo mismo de ti, Pinkie.


El sol se ocultaba ya tras las montañas distantes, y en segundos la luna surgiría resplandeciente movida por la poderosa magia de la Princesa Luna. A la hechicera, parada en una colina a las afueras de Ponyville le hizo recordar los tiempos de su infancia en que Celestia movía ambos astros por su puro poder mágico.

―Han pasado años desde el último atardecer en la colina de Cloptown, ¿no es así, Starshine? ―la voz del herrero, clara y seria le hizo voltear a verlo.

―Burns, veo que recibiste mi mensaje ―contestó ella.

―Tu mensaje… ah sí. Tu mensaje. Disculpa que tardara, tuve que arreglar un asunto sencillo. Un ajuste al sistema de vuelo de una tortuga. ―dijo Burning sonriendo.

―Pues para mí no suena nada sencillo, Burns, pero para ti debió ser pan comido.

Burning se encogió de hombros. Starshine no recordaba cuanto había pasado desde la última vez que lo había visto hacer ese gesto.

―Tienes que regresar a Canterlot, ¿no es así? ―preguntó el poni de tierra.

―Sí, así es. La vida de una hechicera de la corte es atareada y presurosa ―respondió Star ―te pediría que vinieras conmigo, pero veo que ya tienes un lugar aquí. Y dudo que cambies los colores de Ponyville por nada del mundo.

―Si… Espera, ¿A qué te refieres?

―Tú sabes bien a que me refiero, Burns. No recuerdo que antes te gustaran tanto los arcoíris ―sonrió la hechicera.

―¿Qué? ¿Pero qué…? ¿Cómo…?

―Soy adivina, ¿recuerdas Burns? Solo lo sé ―dijo la unicornio, y acercándose a Spades, recargo su cabeza en el hombro de él como cuando eran niños ―¿has sabido algo de Leadhawk?

―Sí, lo vi hace un par de meses. Me dio una paliza y casi me tira por un precipicio en la frontera del mundo.

―¿Crees que sigue molesto por lo que pasó aquel día en la corte?

―Por eso y por todo lo demás. Creo que no soy tan buen amigo después de todo.

―No digas eso, Burns. Tú tuviste tus razones para rechazar la oferta de su Majestad ese día. Nadie podía obligarte a seguir un camino que no querías y Lead debería de entender eso. Eres un muy buen amigo Burning, y un maravilloso poni. Nada mas hoy conocí a seis lindas ponis que te consideran su amigo, eso tiene que contar.

―¿Tú crees, Star?

―Estoy segura ―respondió la unicornio, y al sonreír, la luz anaranjada del sol decadente iluminó por última vez sus destellantes ojos dorados, antes de dar paso a la noche salpicada de estrellas.

Querida Princesa Celestia:

Te agradezco tanto me permitieras visitar a mi viejo amigo Burning Spades en el pueblo de Ponyville. Estoy segura que te alegrara saber que se encuentra bien y está rodeado de un grupo de muy lindas ponis que tal vez conozcas. Regreso a Canterlot confiada en que aquella sombra que creí ver en la mirada de mi amigo durante una tarde de verano hace muchos años casi se ha desvanecido. Creo que aun tiene cosas por hacer, asuntos que arreglar, proyectos por terminar, pero estoy segura que tan pronto tenga todo concluido estará listo para volver a perseguir su sueño y alcanzar entonces su destino. No me cabe la menor duda de que entonces será realmente feliz. Y con eso, puedes dar por hecho que lo seré yo también.

Tu agradecida súbdita y hechicera real de la corte
Starshine.
Fin de La Trágica Vida de Burning Spades.

Llegamos al final del segundo libro de los Colores Exteriores, con casi 50,000 palabras de aventuras aun nos queda mucha por contar... ¿valdría la pena continuar el viaje? ¿que misterios se resolverán? ¿que otros terribles secretos serán descubiertos? ¿amigos fieles? ¿enemigos letales? ¿ habrá algún día romance de verdad en el fic?

Nadie podría predecirlo con facilidad.

Sean pacientes, y no desmayen, pues pronto vendrán mas aventuras, entrando por un portal terrible, hacia un mundo más allá.

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Saeko-Dark-Kat's avatar
Algún día habrá romance de verdad en el fic. Estoy segura